Sal: En un mundo cambiante, el evangelio sigue siendo relevante

Si hay algo que une a todos los cristianos, ahora y a lo largo de la historia, es nuestra gozosa seguridad de que lo más grande que ha sucedido en nuestro planeta es el nacimiento, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesucristo. ¡El mensaje del evangelio es la mejor noticia!
Entonces, yo me pregunto: si esto es así, ¿por qué a tantos cristianos les cuesta horrores compartir la gloriosa noticia del evangelio? ¿Cómo podemos creer que no hay mejor noticia en el mundo y, sin embargo, sentirnos incapaces o poco dispuestos a contarla a los demás?

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Una verdad que llena nuestras vidas

Si hay algo que une a todos los cristianos, ahora y a lo largo de la historia, es nuestra gozosa seguridad de que lo más grande que ha sucedido en nuestro planeta es el nacimiento, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesucristo. Este acontecimiento histórico no solo cambió el rumbo del mundo; cambió nuestras vidas. ¡El mensaje del evangelio es la mejor noticia que el mundo ha conocido! Un mensaje que une fe, esperanza y amor en cada corazón creyente.

El desafío de compartir la mejor noticia

A pesar de la magnificencia de esta verdad, muchos cristianos encuentran difícil compartir esta noticia gloriosa. Te has preguntado, igual que muchos hermanos y hermanas en la fe: ¿por qué me cuesta tanto hablar del evangelio? ¿Cómo es posible tener esta certeza de su importancia y a la vez sentir temor, incapacidad o desmotivación ante la idea de contarlo a otros?

Esto puede surgir de diversos factores, como el miedo al rechazo, la falta de preparación, o incluso el sentimiento de que no somos lo suficientemente elocuentes. Sin embargo, todas estas barreras pueden ser vencidas cuando comprendemos la profundidad y belleza del evangelio como herramienta de cambio y esperanza para quienes la necesitan.

Descubre el poder de compartir el evangelio

Compartir el evangelio es más que hablar de ello; es un regalo transformador que ofrecemos a los demás. Cuando recordamos que el mensaje de Jesucristo no depende de nuestra perfección sino de su gracia, nos liberamos de la presión de hacerlo

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